Friday, October 16, 2009

Su voz

Su voz,
Creíamos que estaba perdida
igual que la de los desaparecidos,
los años de la dictadura
tan duros, largos y oscuros
borraron, para muchos, sus recuerdos de la luz.

Su voz,
Apareció como los rayos del sol
después de tanto tiempo de lluvia,
llenando los pechos
de todos los que la escucharon.
Llevando la esperanza
a los que la olvidaban.

Su voz,
tan fuerte, aumentada aun más,
cada minuto creciendo en volumen
por cada voz que recordaba las letras
y comenzó a cantar con ella,
por cada alma que volaba
con la libertad de gritar las palabras prohibidas.

Su voz,
Llevando tantas emociones,
la velas iluminaron las caras a su alrededor,
las lágrimas pintando sus cachetes,
brillaban en la luz como estrellas fugaces.
Lágrimas que no habíamos visto hace mucho tiempo,
lágrimas de la felicidad.

-- inspirado por la foto “Febrero, recital de Mercedes Sosa en el estadio del Club Ferrocarril Oeste” en 1983

Las fronteras no son sólo para los mapas

Cuando escuchamos a alguien decir la palabra ‘frontera’ inmediatamente pensamos en las fronteras geográficas. Es decir, pensamos en las fronteras literales, las que existen entre los países, las regiones y en general las que se encuentran en los mapas del mundo. En la literatura en cambio, la frontera puede significar muchas ideas diferentes. En los textos que hemos leído del siglo XIX y la primera parte del siglo XX los autores juegan especialmente con este tema. Cada texto usa la idea de la frontera diferente y en general se puede dividir el uso como la frontera literal y la frontera figurativa. La frontera literal es la frontera que se encuentra en los mapas, como expliqué primero. La frontera figurativa es más difícil explicar porque en cada texto está construido diferente. Típicamente nos muestra un cambio en los pensamientos o las acciones del carácter principal y también una frontera entre los grupos de personajes del texto.

En el primer poema épico que hemos leído, Martín Fierro (1879) de Jose Hernandez, las dos interpretaciones de la frontera son muy obvias. Las autoridades capturaban a todos los gauchos al comienzo de la primera parte del texto. Su meta fue enviarles a la frontera para matar a los indios que vivieron allí. La frontera en este contexto es una línea geográfica que existía entre los argentinos y los indios del campo. Adentro de la historia de Martín Fierro vemos la otra frontera, la frontera figurativa. Esta frontera existe entre los gauchos y el gobierno. Los gauchos trabajaban duro para sobrevivir en la naturaleza, pero estaban libres de buscar cómo lograr este trabajo. No necesitaban al gobierno para organizar sus vidas. Ellos pudieron arreglar sus problemas entre ellos. El gobierno, en cambio, quería controlar a todo de su pueblo, especialmente durante elecciones y para los impuestos, y los gauchos les molestaban porque vivían fuera de su control. En los dos grupos también vemos la frontera entre las ideas de la barbarie y la civilización. Los gauchos libres representan la barbarie porque vivieron fuera de las leyes de la sociedad y el gobierno representa la civilización porque quería arreglar las vidas de toda la población y quería control completo. En este cuento la frontera figurativa que divide los grupos es la frontera principal. Podemos decir también que es una de las primeras fronteras políticas en la literatura que divide Argentina en los dos grupos, sintetizando los que querían un Argentina única usando el gaucho como un héroe y los que querían seguir copiando a los europeos.

En nuestro segundo texto, El matadero (1849) de Esteban Echeverría, esta frontera política se hace aún más fuerte. Igual que en Martín Fierro, la frontera principal de este cuento es una frontera política. Los dos grupos siguen con las mismas ideas pero llevan diferentes nombres. Los que querían un Argentina única se nombraban los federales y los que querían seguir copiando a los europeos se nombraban los unitarios. Durante la mayor parte del cuento vemos el mundo de los federales de Buenos Aires. Cada vez que alguien de la chusma mencionaba la palabra ‘unitario’ todos gritaban con mucha fuerza contra ellos. Echeverría mostraba la frontera entre los grupos, sin tener los dos grupos presentes. El odio del grupo principal era suficientemente fuerte para mostrar que había una frontera ideológica entre ellos. Al fin, cuando la chusma de los federales se encontraba con un unitario la frontera entre los grupos se concretó. Cómo el unitario se portó, habló y la ropa que llevó le hizo totalmente diferente que los federales. Echeverría quería mostrar con confianza que la frontera en las mentes de los federales de su historia en verdad era algo real, que había distinciones para definir a los dos grupos.

La frontera entre los federales y unitarios se encuentra en una frontera geográfica también, aunque es un poco difícil de distinguir. Es más difícil encontrarlo porque todo el cuento dura sólo un día en un barrio de Buenos Aires. En su descripción del matadero Echeverria describió el edificio y los políticos del lugar como si fuera un país pequeño adentro del más grande:

“En la casilla se hace la recaudación del impuesto de corrales, se cobran las multas por violación de reglamentos y se sienta el juez del matadero, personaje importante, caudillo de los carniceros y que ejerce la suma del poder en aquella pequeña república, por delegación del Restaurador”(160-163).

Entre las paredes del matadero se encuentra una “pequeña república” donde había un sistema de leyes y gobernantes que organizaban todo y tenían poder sobre el pueblo cerca. Vemos como Echeverría describió “el juez del matadero” como un “caudillo de los carniceros”. Esto es importante porque los caudillos de esta etapa eran los gobernantes federales más poderosos de cada región, entonces su uso de esta palabra para describir el juez del matadero le da mucha importancia política y se define este lugar como federal, poniendo una frontera literal entre los dos grupos.

En los últimos dos cuentos que hemos leído, una frontera literal también es muy difícil encontrar. Los dos cuentos, “El sur” (1953) y “Historia de Rosendo Juarez”(1970), fueron escrito por Jorge Luis Borges. En la escritura de Borges se encuentra tres temas principales: sueños, espejos, laberintos y umbrales. El umbral significa el mismo que una frontera, sólo más pequeña, por eso estos dos cuentos están llenos de fronteras. En el cuento “El sur”, la historia comienza con una descripción del linaje de Juan Dahlmann, el carácter principal. Desde la primera línea se nota que Dahlmann estaba dividido por su familia, o podemos decir que tenía una frontera de identidad del linaje. De un lado sus antepasados paternos vinieron directamente de Europa y de otro lado, sus antepasados maternos fueron del campo y fueron gauchos. Esta frontera se manifiesta en la estructura del cuento también. En la primera mitad Dahlmann estaba en un hospital en la ciudad. Tenía trabajo y pareció bien educado porque le gustaba leer demasiado. La historia cambiaba muy abruptamente y Dahlmann se encontraba en un tren yendo al sur. El sur representa el campo y, para Dahlmann, los gauchos. Nos da cuenta después de este cambio que Dahlmann había cruzado no solo una frontera geográfica pero también una de identidad, había cambiado su ubicación desde la ciudad de los europeos hasta el campo de los gauchos. También había cambiado su punto de vista desde su linaje europeo hasta su linaje gauchesco. Esta frontera estructural también se puede explicar como una frontera temporal. En la primera mitad, Borges era muy exacto en sus fechas. Después de esta frontera todo se torna más abierto a la interpretación. Hablaba más de la naturaleza y pareció más tranquilo. No había ninguna fecha mencionada y no sabíamos si Dahlmann estaba durmiendo o si realmente estaba en el tren. Es muy interesante notar también que Borges cambió su narrativa desde contarlo en el pasado hasta el presente en la ultima línea. El cambio del estilo también reflejaba un cambio en Dahlmann y podemos ver que cruzaba una frontera pequeña dentro de si mismo. Fue la última frontera entre quien fue y quien quería ser desde el comienzo. Cuando aceptaba que quería vivir y también morir libre, como un gaucho, y no en la sociedad con su gobierno, doctores y leyes, se sentía una libertad nueva. Finalmente podía hacer lo que realmente quería, y si quería morir fue su decisión. Después de cruzar esta última frontera en el tren, se hizo cargo con orgullo de su antepasado gauchesco y dejó a su antepasado europeo en la ciudad.

En el segundo cuento, “Historia de Rosendo Juarez”, Borges siguió con las fronteras de identidad. El personaje principal siempre la cruzaba muy abruptamente, cambiando lo que los lectores pensaban que iba a pasar. Hay una frontera estructural pequeña después del primer párrafo. El narrador cambió desde un hombre que estaba entrando al almacén hasta Rosendo Juarez que quería contarle su historia. Los dos narradores hablaban en la primera persona, y después del cambio no sabemos nada más del primer hombre. Es una frontera de introducción. El primer hombre no tenía ni un nombre para hacernos recordarlo después, pero Borges lo usó para que pudiéramos ver qué tipo de persona pareció Juarez a los demás.

En los cuentos de Juarez encontramos dos fronteras de identidad muy significantes, cuando se convirtió en un gaucho matrero de la ciudad y cuando se dio cuenta que tipo de persona era después del cambio. Su historia comenzó con una pelea en un almacén donde mató a un hombre. Por sus acciones le llevaron a la cárcel. Aquí vemos el cambio abrupto. La policía quería que Juarez firmara un testigo diciendo que era culpable, después de diez días firmó lo que querían y le dieron una oportunidad. Podría seguir en otra cárcel o podría ser un guardaespalda. Él escogió la oportunidad de ser un guardaespalda para las elecciones. Él no esperaba una chance así, y aunque mató a un hombre en el almacén una vez no significaba que le gustaba pelear. Pero después de poco tiempo encontró que era muy bueno para su puesto y ganó el respeto de muchas personas. Después de una conversación con su amigo sobre una chica que le había dejado, su amigo fue a pelear con el nuevo novio de esa chica. El novio lo mató y Juarez comenzaba a ver con asco el mundo a su alrededor con toda la violencia y locura. Cuando un hombre quería pelear con él en una fiesta sobre una chica, él vio la verdad de su situación, “En ese botarate provocador me vi como un espejo y me dio vergüenza. No sentí miedo; acaso de haberlo sentido, salía a pelear” (417). Vemos en estas dos oraciones la segunda frontera de identidad. Finalmente se dio cuenta qué tipo de persona era. Se fue corriendo de la fiesta. En este momento quería cambiar todo y lo hizo. Fue muy simple, quería regresar a ser la persona que era antes de irse al cárcel entonces se alejó de las personas que le hicieron cambiar. Otra vez Borges cambió toda la historia con una abrupta realización del carácter principal. Estas fronteras son las únicas del cuento por eso es un poco especial porque no tiene ninguna frontera real. Juarez no cruzaba ninguna frontera durante la historia, como en Martín Fierro y “El sur”, ni se encontraba algún lugar específico con significado, como la oficina del matadero en El matadero. Todas las fronteras se encontraban dentro del Juarez, entonces fue un viaje para él pero un viaje personal.

En los cuatro textos que hemos leído la frontera aparece de muchas formas diferentes, desde la frontera en un mapa hasta la frontera entre partes de nuestras vidas o personalidades. Las fronteras figurativas son menos obvias que las fronteras literales pero en la mayoría de los cuentos llevan las ideas más importantes y más complejas. Una frontera de identidad, por ejemplo, puede cambiar la dirección entera de la historia. Entonces no podemos decir que en la literatura una frontera sea solamente una línea en un mapa. Cuando definimos una frontera, tenemos que explicarla como el momento crucial en el que todo cambia, el momento en que no sabemos exactamente el próximo paso a seguir.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis. “El sur.” Obras Completas: Vol 2. Barcelona: Circulo de Lectores,
2004. 506-510.

Borges, Jorge Luis. “Historia de Rosendo Juarez.” Obras Completas: Vol 2. Barcelona:
Circulo de Lectores, 2004. 414-418.

Echeverría, Esteban. “El matadero.” Voces de Hispanoamérica: Antologia Literario. Ed.
Raquel Chang-Rodriguez. Boston: Heinle Heinle Publishers, 1996. 139-155.

Hernandez, Jose. “Martín Fierro.” Voces de Hispanoamérica: Antología Literario. Ed.
Raquel Change-Rodriguez. Boston: Heinle Heinle Publishers, 2003. 196-207