Tuesday, April 27, 2010

Mi ñañita bonita! Te quiero un mundo!






LA MEJOR HERMANA DEL MUNDO!!!!

Sute: Donde el amarillo del suelo conoce el azul del cielo


Así se llama mi lugar feliz. La casita tiene un techo rojo hecho de cerámica con huequitos donde entra la lluvia. Las rocas de las paredes no están perfectas. Todas son de un plomo oscuro por el viento que siempre viene desde las montañas. Nadie vive aquí en esta casita. El papá de mi amado la usa para guardar su cosecha de trigo. El trigo. El trigo es mi favorito, brilla con un amarillo más fuerte que el sol. Amarillo me parece una palabra equivocada porque es un color que vale más que una simple palabra como amarillo. La mejor palabra sería oro. El trigo es el color de oro. Las lomas de oro se mezclan con café en la distancia, cuando se acercan a las montañas. Las montañas parecen paredes moradas que protegen el campo. Pero son paredes tan altas que sólo se deja entrar el azul del cielo. El cielo es un azul imposible. Un cielo no puede estar tan vivo como cuando sale con este color tan fuerte. Es el mismo color que el mar tiene en el Caribe, cuando la arena de las playas es blanca y la luz del sol puede llegar hasta su fundo.
En este momento que capturé en mi dibujo, el trigo está burlándose del cielo. Entonces el cielo envía un viento para hacer bailar al trigo. El trigo se sorprende mucho de esta acción tan amable y comienza a saltar con felicidad. Después de poco pide perdón al cielo. El cielo se ríe porque sabe que la tierra aún es muy joven y todavía no ha aprendido todo lo que el cielo ya sabe. Por eso es muy fácil perdonar al trigo. El cielo ya conoce este día y ya sabe lo que va a pasar. No quiere que el trigo se ponga mal porque en pocos días se van de viaje en camionetas y no regresarán. El cielo ya me conoce también. Él sabe como hacerme sonreír. Me regaló ese día tan perfecto para ayudarme a olvidar que en pocos días yo también tengo que irme lejos pero que puedo irme con esta imagen. Encontré mi lugar feliz. Es un lugar real que no puedo olvidar nunca.

Los cuentos de hadas son para niñitos

Sentí frío. No podía ver muy bien durante el día en este bosque, por la cantidad y el tamaño de las hojas de los árboles. En ese momento, por la oscuridad, no fue posible ver nada. Por eso me senté sobre las raíces de un árbol especialmente grande para esperar la luz del día.
Este bosque es el más viejo en el país. Nadie sabe cuántos años tienen los árboles aquí, pero en la oscuridad se pueden escuchar sus conversaciones. No hay bichos, ni animales, ni otros humanos. Los únicos ruidos son los de las ramas y hojas sobre mi cabeza, moviéndose en la pequeña brisa que no baja hasta tocarme. Estaba solo y el silencio se sentía enorme.
Estaba perdido y sólo en el Bosque del Peligro. Ganó ese nombre porque nadie que entra ni sale. Nadie puede explicar este fenómeno, pero existen muchas historias sobre árboles que caminan y conversan entre ellos. No creía en estos cuentos de hadas, hechos para niños. Era muy adulto para creer en tonterías tan absurdas. Ahora deberías estar preguntándote ¿Cómo llegué aquí, cierto?
Bueno, no fue mi idea pasar por aquí. No fue mi idea venir a buscar aventuras. Estaba allí, en ese momento, por mi hermana. Mi hermana que hace unas horas se fue a buscar comida y no ha regresado. Ella es cinco años menor que yo y su cabeza siempre está volando por las nubes. Nosotros somos de la Casa de Intérprete. Ella escuchó la historia de los árboles mágicos y desde muy niña sabía que quería conocerlos. Todo el mundo le dijo que eran historias nada más, pero a ella no le importaba. Quería conocer a los árboles y aprender sus secretos. Por motivo de irse lo más pronto posible, se escapó durante la noche. La escuché saltar desde su ventana y la seguí. Después de poco, se dio cuenta de que yo estaba detrás de ella y se paró. Iba a gritar que era una idea tonta, que podría morir o que algo peor podría pasar, pero al mirar la esperanza y emoción irradiando de sus ojos, no pude decir nada. Me cogió la mano y salimos.
¡Gritos!, tan cerca que se me puso la piel de gallina en todo el cuerpo y mi corazón casi salió de mi pecho por latir con tanta fuerza. No podía moverme. Otra vez, otro grito. Parecía que venía desde las ramas sobre mi cabeza. Escuché algo moviéndose entre las hojas. Algo estaba bajando del tronco del árbol donde estaba sentado ¿Qué hago? ¿Debo tratar de correr aunque no pueda verme ni las manos en frente de la cara? Mi mente estaba corriendo con mis opciones. De repente no hice nada hasta que, lo que iba a venir, llegó. Los gritos cambiaron a risas ¡Desde las ramas salió mi hermana! Saltó sobre mi espalda abrazándome ¡Qué alivio! Antes de que pudiera decir algo, me cogió la mano otra vez y estaba volando. Podía sentir que estábamos subiendo más y más alto. Las hojas contra mi cara se sentían como gotas de agua fría pero ni una rama me tocó. En seguida volví la vista. La luna me dejaba ciego. Hemos subido hasta la parte superior del árbol más grande de todos. Las montañas brillaban a la luz de la luna y, al otro lado, las luces de nuestra casa eran visibles como un faro en mar de la oscuridad que nos atrapaba.
“¿Cómo volaste?”, le pregunté a mi hermana cuando mi voz volvió a ser mía.
Ella se rió y contestó: - “No volábamos, el árbol me cogió la mano y te cogí la mano. Así nos trajo aquí arriba.”
“¿Entonces, es verdad? ¿Los árboles de aquí sí pueden moverse?”
“¡Claro que sí! Nadie me creía, pero yo sí sabía la verdad. Me perdí en el bosque y cuando escuché una voz gruñendo, empecé a llorar. Me asusté porque no vi a nadie cerca y el bosque se estaba poniendo muy oscuro por la puesta del sol. Finalmente contesté y, ¿sabes qué encontré? Los árboles me estaban observando y querían ayudarme porque sus primos que viven cerca de nosotros les contaron de mí. Los niños nunca vienen aquí y a los árboles les encantan los niños ¡Quieren ayudarnos!” Ella estaba casi saltando con entusiasmo.
“¿Ayudarlos con qué?” ¡Tenía que preguntar!
“¡Les pedí llevarnos hasta la Tierra Encantada!”
“¿Qué? Pero queda tan lejos y debemos regresar pronto, no quieres preocupar a mamá.”
“Sólo tenemos que cruzar la Pradera del Desvío y las Montañas Deliciosas. Las piernas de los árboles son tan largas que puedan cruzar la Pradera del Desvío en diez u once pasos. ¡Entonces vamos!”
Antes de que pudiera contestar, el árbol dio su primer paso. La mitad del bosque volaba como una cortina oscura, mezclando todo a mi alrededor. Las montañas crecían un kilómetro cada vez que nuestro amigo levantaba su pie. El viento casi me hizo caer y, al rato, mis ojos estaban tan llenos de lágrimas que no podía ver nada. Siempre soñé con volar y es muy diferente de lo que imaginaba, es mucho mejor. Así es. Así sienten los pájaros. El viento les lleva donde quieren. En unos minutos paramos.
Saqué las lágrimas de mis ojos usando la manga de mi camiseta. Estábamos entre la gran Montaña del Error y el Monte de la Cautela. Podíamos ver el punto del Monte del Inocente en la distancia. No había estado en las montañas. En el bosque sentía que estábamos en una montaña cuando el árbol nos cogió, pero las montañas me hicieron sentir como una hormiga insignificante y nuestro árbol gigante parecía un juguete. “¡Más!” Grité tan emocionado que mi pecho casi no podía contener mi corazón.
Empezó a caminar otra vez. Cerré mis ojos y extendí mis brazos, uno cogiendo una rama, el otro lo usaba como ala. Estaba volando otra vez. No paramos esta vez sino que empezó a caminar más despacio. Escuché algunos gruñidos. Mi hermana me explicó que el árbol estaba saludando los árboles de la Tierra Encantada, sus hermanos viejos que no había visto por muchos años. El bosque frente a nosotros estaba moviéndose como si hubiese una brisa fuerte viniendo de todos lados, pero no sentí nada. Los árboles del bosque estaban moviendo sus ramas como nosotros para saludar a otros que estaban lejos usando la mano.
Atrás del bosque vi algunas torres y edificios altos. Todos blancos como las nubes. Sabía sin preguntar que era la Ciudad Celestial. Estaba volando entre las ramas de un árbol, quería seguir con mi sueño magnífico y entrar a la ciudad que parecía nubes, la ciudad que parecía el cielo. Nuestro árbol tenía otro plan. Empezaba a caminar muy rápidamente hasta las montañas otra vez. Tres árboles del bosque nos siguieron. Mis pies salieron de la rama grande por la fuerza del viento.
“¿Qué está pasando?”, grité a mi hermana.
“No estoy segura. Ellos hablaron de problemas entre la Ciudad Celestial y la Tierra Oscura. Una guerra. El árbol va a llevarnos hasta nuestra ciudad porque no estamos seguros aquí en este momento.”
Abrí mis ojos por unos segundos y nos encontrábamos entre las montañas otra vez. Fue un poco antes del amanecer y podía ver todo con más claridad. No podía localizarme, no conocía estas montañas. En unos segundos salimos y estábamos en una llanura inmensa y con el color de oro en el sol de la mañana. La Llanura de la Tranquilidad. No podía creerlo. Siempre escuché historias de estas tierras, pero no podía creer que estuviésemos allí y que yo estuviese viéndolo con mis propios ojos. Otras montañas, no tan grandes como las últimas estaban frente a nosotros. No eran púrpuras sino de un café oscuro. La velocidad creció en ese momento. Tenía que cerrar mis ojos por las lágrimas y el frío del viento, también porque realmente estaba volando. Tenía que coger una rama con ambas manos, con todo mi esfuerzo para no salir volando en el viento.
Paramos por última vez. Abrí mis ojos. Estábamos frente a nuestra casa. Las ramas que tenía en mis manos, me llevaron hasta el suelo. Fue difícil soltar las ramas por mis dedos congelados, pero se fueron de mis manos y mi hermana estaba a mi lado mirando hacía el cielo. En la luz, los árboles no parecían tan grandes ni especiales, hasta que los vi caminar hacia su bosque.
Cogí la mano de mi hermana. Sería nuestro secreto. Nos quedábamos allí, viendo el bosque en la distancia hasta que mamá nos gritó que era la hora de desayunar.
Miré a mi hermana, me sonreí y dije simplemente: - “Gracias. Nunca más dudaré.”

El camino a mi colegio

Cuando salimos de la puerta de mi casa, vamos a la izquierda. Vivimos en la calle Grijalva. La estación de la policía es nuestra vecina y hay una puerta donde las personas pueden visitar a los prisioneros. Esta puerta se encuentra al fin de un corredor muy sucio y siempre apestoso. Eso significa que hay días en que hay una gran cantidad de personas cuestionables merodeando afuera de esta puerta. El vecino de la estación policial es un pintor de carteles, entonces en frente de su puerta, siempre tiene un cartel grande con una variedad de opciones y diseños. Mis favoritos son las que estaban mal traducidos a inglés, porque yo sé que quería decir pero no estaba bien. Después de su puerta acaba nuestra manzana.
Tenemos que ir a la izquierda porque no podemos cruzar la calle aquí. Toda la manzana frente de nosotros es una iglesia, La Catedral, y un parque. A la izquierda hay unas cabinas para hacer llamadas. Cuando acaba la iglesia, podemos cruzar la calle y entrar en el parque. Todos los árboles del parque están pintados blancos desde el suelo hasta dos metros sobre el suelo. Me contaron que hacen eso para evitar ataques de bichos. En la central del parque siempre hay un hombre con caballitos pequeños de madera donde los padres pueden tomar fotos con sus hijos. Cruzamos el parque por un camino en diagonal. A la izquierda vemos la torre de reloj de la ciudad. Los ladrillos son rojos. Es el único edificio colorado que no es una iglesia en la ciudad.
Después de cruzar el parque, nos encontramos en la calle principal del centro, la calle Bolívar. Seguimos a la izquierda. A una cuadra y a la derecha pasamos por el restaurante La Casa Blanca que tiene las empanadas más ricas de la ciudad. Por las noches hay una mujercita que las hace en la puerta para venderlas a todos los jóvenes que salen y paran allí. Antes había una discoteca en la esquina, pero se mudó a otra parte de la ciudad. Por eso, todos los jóvenes se congregaban en esta esquina. Ahora siguen congregándose allí, pero sólo para tomar, fumar pipa y pasar tiempo antes de ir a otra discoteca que está cerca. Muchos también dan vueltas en sus carros y pasan por allí, entonces siempre hay mucha tráfica y gente en esta calle los fines de semana.
Podemos ir a la derecha aquí para llegar al colegio y pasar por los helados de maracayá más ricos que he probado y el almacén de la familia de mi amigo Arnaldo o si seguimos un cuadro más hay más lugares interesantes. Seguimos una cuadra más entonces hasta la calle Pedro Moncayo. Cruzamos la calle y a la esquina vamos por la derecha. Pasamos primero por el restaurante amarilla Polla a la Brisa. Venden pollo, papas fritas y cocinada y salchipapas allí. Cuando mi mamá no quería cocinar por la noches, salíamos por aquí. Siempre olía muy rico. A la izquierda vemos el edificio más grande del centro, donde trabajaba la mamá de mi amiga Rafa antes. Al lado de este edificio se encuentra un banco pequeño y otro heladería. Esta heladería, Helados de Rosaría Suárez, vende helados de paila, que es algo típico y famoso de aquí, y fue la primera heladería en la ciudad. Su helado es rico pero no mi favorito. Una cuadra más y llegamos a la puerta atrás de mi colegio. Por la segunda mitad de mi año aquí, no podríamos entrar por la puerta principal porque estaba arreglando el techo.
Para recordar dónde estaba todo eso, tuve que llamar a mi hermana. Ella también se confundió porque ahora, cuatro años después, todo está diferente y fue difícil para ella recordar exactamente donde estaba todo. Nos reíamos mucho al recordar nuestro camino a clases.

Cómo se cuenta la historia nos muestra mucho sobre el viaje

Los libros de viajes nos llevan a mundos nuevos y extraños. A través de sus páginas conocimos lugares y personas de otros siglos o de mitos. Cada libro es diferente en cómo cuenta su historia. Por eso, autores como Elton Glaser usan las palabras hidra y híbrido para describirlos. Contienen tantas partes distintas pero a la misma vez, sin fronteras para diferenciarles de una manera exacta. La ficción mezcla con la biográfica, la fantástica con los dichos históricos. Uno se pierde y se confunde cuando se trata de dar una definición fija al estilo. Lo único que todos los libros de viajes tienen en común son sus viajes. Estos viajes afectan cada aspecto del texto. En La Siberia (2007) de Cristina Siscar y Patagonia Express (1995) de Luis Sepúlveda, los tipos de viajes influyen la mentalidad, las relaciones y la estructura de cada historia.
Los tipos de viajes que toman dentro de cada texto influyen la mentalidad y las relaciones entre los personajes en cada texto. En La Siberia, el viaje trata de un grupo de turistas viejando por la Patagonia en un micro viejo. Ellos no conocen a las personas cerca y durante todo el libro ni saben los nombres de algunos de ellos. La meta de su viaje es encontrar aventuras. La Patagonia es lo más lejos de la civilización que una persona puede estar. Entonces cada personaje dejó su vida de la civilización para ser aventurero por un tiempo. La descripción de su ropa nos muestra eso, “Le seguían dos muchachos treintañeros, vestidos de exploradores…” (Siscar, p 17). Encontramos después que eses muchachos son abogados en sus vidas cotidianas. Todos ellos esperaban un buen viaje con aventuras organizadas. No estaban listos para las aventuras reales en que se encontraron. Al comienzo la mentalidad de los pasajeros fue más o menos alegre. Querían empezar su viaje y ver la mítica Patagonia. Después de estar cerrados en la casa que se llama La Siberia, sin comida por un día y medio, vemos un cambio. Todos estaban cerca de la locura. Una de las chicas francesas quería jugo de naranja y no entendía por qué no había nada, “La chica escuchaba desconcertada, como si no le estuvieran traduciendo lo que decía la nutricionista, como si todo lo que parecía rebotar en sus oídos fueran sonidos ininteligibles de un único idioma extranjero.” (Siscar, p 50) La chica no podía aceptar la idea que no había cómo encontrar ni comprar lo que quería. Al final vemos el cambio total cuando los viajeros se encontraron con los petroleros haciendo paro. Estaban tan desesperados a regresar a la civilización y sus vidas que el paro fue como un coche mental para ellos. Todos los adjetivos usados en las últimas páginas, como “pumas famélicos” (p 91), “linyeras decrépitos” (p 90) y “sin opción, sin esperanza” (p 93), muestran este sentido de desesperación. Se hace al lector sentir el peso que los personajes también se sentían en este momento. Los personajes no estaban muy conectados. Cada persona pensaba sólo en sí mismo.
En Patagonia Express, en cambio, la historia trata de un exiliado y su historia personal. Nos dio un poco de su historia, introduciendo su abuelo y las ideas socialistas en la primera parte, y cómo sufrió por estas ideas en la cárcel durante la etapa del dictador en la segunda parte. Su viaje no fue escogido por él, no quería salir de su hogar. Tenía que salir para salvar su vida y escapar a la cárcel. El ambiente cerca de él, especialmente durante esta etapa, es muy oscuro, pero la mentalidad del narrador y personaje principal nunca lo reflejaba. Se explica el por qué como, “… la vida siempre me ha resultado apasionante y digna de vivirla hasta el último suspiro…” (Sepúlveda, p 23). Quería seguir viviendo, porque en lo malo y en lo bueno la vida es un regalo que debemos agradecer. Él lleva esta mentalidad durante toda la historia. Él también estaba viajando solo, pero conoció a muchas personas e hizo muchos amigos en todos los lugares que viajó. En La Siberia, el mismo grupo estaba juntos todo el viaje y no sabían ni los nombres exactos de cada uno. En Patagonia Express, siempre mencionaba los nombres de cada persona con quien pasó tiempo. Por su mentalidad positiva, su viaje fue mucho más agradable cuando se chocó con problemas que el viaje del grupo de la otra historia.
La estructura de cada historia también refleja el tipo de viaje que están dando. En La Siberia, como expliqué antes, el viaje es un tour. Es un viaje organizado en que cada persona sabe dónde van a parar y qué van a ver antes de conocerlo. La estructura de la historia mira esta idea de organización. Está contado de una manera cronológica, narrado en la tercera persona de un narrador espectador. Entonces el autor nos puso en el mismo lugar que los otros personajes. Estábamos en la mitad de la acción, aprendiendo que iba a pasar con los personajes, no antes. La historia desarrolló igual que un tour tradicional. Tenemos una idea que vamos a ver y el orden en que va a pasar, pero a veces nos encontramos con situaciones inesperadas, como el motor roto del micro (p 25) o el puma que estaba fuera de La Siberia (p 39). Entonces dentro de la estructura de la historia, lo mismo pasa. Todo estaba contado en orden, sin saltos ni espacios, y siempre siguió adelante, pasó lo que pasó.
Una persona definido como un wanderer va a contar su historia diferente que otra persona que es definido como turista. Burton definó un wanderer como, “We come from nowhere in particular, we go nowhere in particular, carrying along all our belongings, we set up a tent or shelter of branches, and leave no trace behind on departing.” (Burton, p 73). El narrador de Patagonia Express fue un wanderer forzado. Hasta que podía regresar a su país no tenía donde ir. Fue un hombre perdido, exiliado de su hogar y familia por sus ideas políticas, buscando sus raíces. Su historia personal tenía muchos saltos y huecos por por ser un wanderer forzado. Entre cada lugar donde vivió había uno, porque tenía que comenzar de nuevo. Tenía que encontrar a nuevas personas para ayudarle y para pasear, y también tenía que encontrar nuevos trabajos. Cuando se estableció en cada lugar, su historia siguió, pero como lector, entre estas partes estábamos perdidos igual que él. Estos saltos se encuentra en la estructura también. Sepúlveda estaba narrando sus historias mirando por atrás, entonces sus recuerdos no van cronológicamente. Entre las partes y también entre capítulos, saltabamos por atrás o adelante, dependiendo lo que quería mostrarnos en este momento. Por ejemplo, en la segunda parte, todo el primer capítulo trata de su viaje a Bolivia y cómo fracasó (p 41). No sabemos cuantos años tenía ni en que año eso pasó. Lo único que sabemos es que él iba a cruzar de Argentina a Bolivia en el tren, pasó una noche en un hotel cerca de la frontera y el próximo día cuando trató de subir al tren pero la policía no le dejó. En el próximo capitulo, nos encuentra en Machala, Ecuador y el narrador es un profesor de la universidad (p 56). Había una salta en el tiempo. Hay un hueco en la historia y un hueco en la estructura temporal. No sabemos cómo llegó hasta allí y nos contó. Simplemente empezaba el capitulo allí, hablando en general de los otros exiliados pero no de si mismo.
El tipo de viaje que se quiere contar afecta mucho cómo se cuenta la historia. Vemos eso a través de la mentalidad de los viajeros, las relaciones entre ellos y la estructura de las dos historias que hemos leído. Los turistas van a ver el mundo diferente a los exiliados y perdidos simplemente porque los turistas tienen donde regresar. Su viaje tienen un fin. Entonces su historia también tiene un fin muy obvio. El viaje de los exiliados es más un viaje mental, que sigue aunque sus pies se hayan parados de moverse. Aunque están contados de maneras y desde puntos de vistas tan diferentes, ambos son considerados libros de viajes y muestran la versatilidad del género.

Bibliografía

Butor, Michel. "Travel and Writing." Defining Travel: Diverse Visions. Susan L.
Robertson (ed.), Jackson: University of Missippi, 2001: 69-85.

Casini, Silvia. “Luis Sepúlveda: Un viaje express al corazón de La Patagonia.” Alpha.
No 20, (103-120) Dic 2004: 1-15.

Glaser, Elton. "Hydra and Hybrid: Travel Writing as a Genre." North Dakota Quarterly
59.3, 1991: 48-53.

Siscar, Christina. La Siberia. Buenos Aires: Mondadori, 2007.

Sepúlveda, Luis. Patagonia Express. Fabula Tusquets Editors: Barcelona, 1995.

Fotos de mi querido país


"La Mica" (Tomado por Xavier Guevara)


Vulcán Iliniza y el lago "La Mica" (Tomado por Xavier Guevara)


Vulcán Iliniza (Tomado por Xavier Guevara)


Vulcán Cayambe, viste desde Ibarra


Lago Yahuarcocha, Norte de Ibarra


Ibarra, la ciudad blanca